Recordando
al doctor
Charles
Ellsworth Husk (1872-1916).
Sólo en la fortuna adversa se hallan
las grandes lecciones del heroísmo.
Lucio Anneo Séneca.
Dr. Xavier A. López y de la Peña.
Charles
Ellsworth Husk nació el 19 de diciembre de 1872 en Shabbona, Illinois, EUA. Su
padre fue el señor William Husk, comerciante jubilado y su madre la señora Celia
Norton.
Cursó
estudios en la High School de Aurora, Illinois, y se desempeñó
posteriormente como docente en esta misma escuela hasta el año de 1895.
Renunció
como director de la Western High School, para estudiar la carrera de medicina
en el Colegio de Médicos y Cirujanos de Chicago, Illinois, EUA en donde se
graduó en 1896, y en este mismo año contrajo matrimonio con la señorita Corena
B. Kirkpatrick, originaria de Waterman, Illinois, EUA.
Obtuvo
su primer empleo como médico cirujano en la gran empresa norteamericana American
Smelting and Refining Company (ASARCO) sita en el municipio de Tepezalá, en
Aguascalientes, México, cerca del año 1900. Posteriormente fue a trasladado a la
población minera de Santa Bárbara, Chihuahua, México, en donde llegó a ser
nombrado cirujano en jefe de los intereses esta compañía (ASARCO) en 1911.
Aunque
era ciudadano estadounidense, ocupó el cargo de cirujano municipal oficialmente
en esta ciudad de Santa Bárbara, que contaba con ricos yacimientos minerales de
oro, plata, zinc, cobre y fluorita, en donde ganó fama por sus originales
métodos, a la vez drásticos y eficaces para erradicar una fuerte epidemia de que
azotaba a la entidad.
En
este lugar, como en otros de la República Mexicana, la viruela en pleno
desarrollo acechaba en las calles y empujaba a las multitudes, abarrotando los
mercados al aire libre y en la plaza principal; la situación era tan
desesperada, que en muchos casos las madres llevaban a sus hijos pequeños hasta
la cabecera del paciente afectado para asegurarse de contraer la enfermedad,
para acabar con ella de una vez, a fin de evitarse la molestia y el gasto de
criarlos para que murieran por su causa más adelante.
Ante
esta situación, el doctor Husk actuando como un verdadero general, simplemente exhortaba
a todos los que tenían viruela y a todos los sospechosos, y los separaba y
vigilaba mientras se derribaban y quemaban sus casas, su ropa y la ropa de
cama, de una manera que parecía tan agresiva y espantosa que asombraba al resto
de la población. Sin embargo, ninguna oposición por fuerte que esta fuera,
frenó la marcha triunfal del equipo sanitario y de vacunación por lo que la
epidemia fue rápidamente controlada y pronto pasó a formar parte de una larga
historia de acontecimientos similares en México.
Durante
la estancia de este médico cirujano estadounidense en México que, además, se
desarrollaba conjuntamente con la lucha revolucionaria en el país, misma que
comprometía las labores y los negocios de la ASARCO por lo que los intereses
económicos de los estadounidenses habrían de sortear muchas dificultades así
que procuraron mantener una “buena” relación con los revolucionarios; de hecho,
varias empresas estadounidenses se llegaron a quejar de las relaciones
amistosas habidas entre ASARCO y la División del Norte al mando del general
Francisco Villa.
En
este terreno, el doctor Charles E. Husk, siendo director de los servicios
médicos de ASARCO, se tomó un pequeño descanso a principios del año 1914 para
ayudar a organizar el tren hospital adjunto a las fuerzas del general Francisco
Villa, al tiempo que escribía una crítica entusiasta sobre su carácter y
capacidad que envió a los principales oficiales estadounidenses: Frederick
Funston, John Joseph Pershing y Scott.1 Con estas maniobras y
otras más, se convenía en que era mejor mantener a los trabajadores bajo tierra
-esto es en las minas-, produciendo para la compañía, y no como desempleados
engrosando las filas revolucionarias.
Ya
para el año de 1916 y frente a la aun grave epidemia de tifo, el doctor Husk ayudó
esforzadamente a organizar la expedición científica para el estudio y control
de esta enfermedad en México, misma que fue financiada por el Hospital Mount
Sinai de la ciudad de Nueva York, EUA y que incluía, en su personal, a los
doctores Peter Kosciusko Olitsky (quien fuera un médico, patólogo y
microbiólogo estadounidense de gran reputación internacional como pionero en la
virología) y a Bernard S. Denzer.
Con la autorización otorgada para
esta misión por el presidente Venustiano Carranza a principios de 1916,2 se estableció un hospital
en el centro de la zona afectada en la ciudad de Matehuala, San Luis Potosí,
donde el personal experimentó con ellos mismos y luego con otros, una vacuna
contra el tifo; todos los escolares también fueron vacunados. Lo mejor de todo,
fue convencer a los mexicanos de la imperiosa necesidad de matar a los piojos.
Se
roció el interior de todos los edificios públicos y las escuelas con una mezcla
a partes iguales de jabón caliente y queroseno y, con estas medidas
preventivas, se prosiguieron en el laboratorio del hospital los trabajos de
investigación cuyos resultados se pueden estimar en parte por la baja
mortalidad registrada, únicamente del 14 por ciento entre los mexicanos.
Los
estudios de laboratorio sólo sirvieron para confirmar la creciente convicción
de que el piojo del cuerpo (Pediculus humanus corporis) era el portador
de la infección. El germen (Rickettsia prowazekii) se aisló del piojo y la enfermedad se reprodujo en cobayas.3
Mientras
trabajaba en ello, el doctor Charles E. Husk se infectó y desarrolló la
enfermedad con fiebre de hasta 40.2º C.; sin embargo, se negó a guardar cama y
continuó trabajando durante dos días más, tabulando los resultados y preparando
muestras microscópicas para que el trabajo pudiera continuar.
Luego,
finalmente no pudo continuar con sus labores y entregó su vida el 20 de marzo
de 1916 en la ciudad de El Paso, Texas, EUA, como un auténtico mártir de la
medicina que falleció intentando encontrar una vacuna contra el tifo. La
compañía ASARCO le sepultó allí solemnemente, dando a todos sus trabajadores el
día libre para poder asistir al funeral.4
Sus
servicios fueron tan apreciados por los mexicanos que, a pesar de los
disturbios antiamericanos de la época, se organizó un movimiento para erigir un
monumento en su honor. No obstante, no encontré ningún rastro de que ello se
hubiese llevado a cabo.
Fue
un guerrero de la ciencia afable, alegre y valiente, plenamente consciente de
todos los peligros y que nunca tuvo miedo de afrontarlos. En medio de la gran
epidemia de tifo ocurrida en México se produjo también un brote de viruela, que
manejó con tanta habilidad como la anterior. Fue un prolífico escritor de
artículos sobre problemas médicos y sanitarios entre los mexicanos y otros
temas.
Este distinguido médico estadounidense, por méritos propios, no debe quedar en el olvido de la memoria médica de Aguascalientes y de México.
1 . My Hunt For Ambrose Bierce by
Leon Day. TWO. The Tex O'Reilly Story. Consultado el 20 de octubre de
2023 en: The Ambrose Bierce Site.
https://www.donswaim.com/bierce.leon.day-2.html
2 .
JAMA, 29 enero 1916, Vol. LXVI, Núm 5.
3 . Olitsky PK, Denzer BS &
Husk CE. The etiology of tiphus exantematicus in Mexico (Tabardillo). Journal
of Infectious Diseases. 1916;19(6):811-831.
4 . Caryn Hannan. Illinois
Biographical Dictionary. 2008-2009 Edition. State History Publications, LLC. Hamburg
MI, USA pp. 356-358.